La selección argentina
visita a Bolivia en el Hernando Siles por las eliminatorias sudamericanas con
el recuerdo fresco de la última goleada sufrida en los más de 3600 metros de La
Paz. El entrenador Alejandro Sabella cambia esquema y nombres en busca de un
buen resultado.
Cada vez que se aproxima el viaje a suelo boliviano el foco se sitúa especialmente en el factor de la altura. No se hace referencia a los jugadores, formación y presente futbolístico de los locales, sino a ese plus que les brinda el hecho de estar acostumbrados a competir en condiciones atípicas para la mayoría de los mortales. Llegar mucho tiempo antes para aclimatarse, arribar sobre la hora del partido; son muchas las teorías implementadas, pero lo cierto es que cuando la pelota comienza a rodar las pulsaciones van a mil y, en algunos más y en otros menos, el cuerpo padece las condiciones naturales de La Paz y sufre la falta de oxígeno.
Ante este difícil desafío Sabella ideó un minucioso y viejo conocido
plan estratégico con un 5-3-2 en la
alineación, demostrando su versatilidad en la conducción técnica. La idea de juego debe pasar por ciertos
puntos clave. En primer término la tenencia de la pelota como bandera, jugar al
pie y con pases cortos, priorizando que la que corra sea la pelota y no los
jugadores, evitando el uno contra uno en los espacios y los pelotazos largos
que atentan contra el físico. Hay que defenderse con la redonda. La duda es
saber si los jugadores tienen las características para llevar adelante esta
tarea. La falta de Frenando Gago es vital en este aspecto. Su reemplazante Éver
Banega en parte puede suplir su ausencia a base de su buen pie y visión,
asociándose con Lionel Messi, aunque el crack del Barcelona tiene a la
velocidad como una de sus características principales. También será todo un
reto para Ángel Di María salirse del libreto, sabido profundo y vertical, y
para Rodrigo Palacio, quien atraviesa por un gran momento personal e integrará
la delantera con Messi. El posible equipo: Romero; Peruzzi, Garay, Basanta (o
Domínguez), Campagnaro, Clemente Rodríguez; Banega, Mascherano, Di María; Messi
y Palacio.
Cada vez que se aproxima el viaje a suelo boliviano el foco se sitúa especialmente en el factor de la altura. No se hace referencia a los jugadores, formación y presente futbolístico de los locales, sino a ese plus que les brinda el hecho de estar acostumbrados a competir en condiciones atípicas para la mayoría de los mortales. Llegar mucho tiempo antes para aclimatarse, arribar sobre la hora del partido; son muchas las teorías implementadas, pero lo cierto es que cuando la pelota comienza a rodar las pulsaciones van a mil y, en algunos más y en otros menos, el cuerpo padece las condiciones naturales de La Paz y sufre la falta de oxígeno.
Como dijo Marcelo Bielsa años atrás, no se debe subestimar a la altura
pero tampoco hay que sobrevalorarla. La primera de las premisas se vio
reflejada en Diego Maradona y los resultados fueron elocuentes: 6 a 1 y derecho
a los libros de historia. Pero además del aspecto físico, el factor psicológico
también juega. El hecho de tener un excesivo respeto puede resultar
contraproducente para los protagonistas, al regular y administrar de
sobremanera el rendimiento por temor a quedarse sin piernas prontamente. Las estadísticas son elocuentes, aunque no
garantizan nada. La Argentina sólo logró tres victorias en ocho presentaciones
visitando a Bolivia, en el ‘65, el ‘73 y el 2005, esta última con José Pekerman
como entrenador.

Ahora, qué hacer cuando no se tiene la pelota. Será determinante poder
cubrir todo el campo y tener un equipo corto. No permitir los desbordes y
cubrir las bandas, no dejarse comer las espaldas. Por otro lado evitar las
faltas cerca del área considerando la tendencia de los bolivianos a rematar al
arco y sabiendo de la violencia que toman los disparos (realmente la pelota no
dobla, o al menos lo hace tardíamente como dijo Sabella). Manejar el ritmo del
partido, no meterse atrás y ser criterioso al momento de tomar decisiones
resultará crucial para los jugadores argentinos, por ejemplo ante la
posibilidad de contragolpear, que tampoco debe ser una prohibición.
Parece una ironía. Pero en un lugar donde la falta de oxigeno es moneda
corriente, la albiceleste puede conseguir un poco más de oxigeno en su lucha
por clasificar al Mundial de Brasil 2014. Enfrente tendrá principalmente a un
rival que ya se cobró muchas víctimas: la altura de Bolivia.