viernes, 12 de abril de 2013

El fútbol como espectáculo


El rol de los medios de comunicación se vuelve tendencioso y sigue ciertos parámetros con el entretenimiento como principal objetivo. En general se dejan de lado los análisis sobre el juego, priorizando otras temáticas que rodean lo realmente elemental.

Los periodistas deben dedicarle un espacio en su profesión a la autocrítica. En el fútbol, al igual que en la mayoría de las cuestiones, frecuentemente se genera una banalización de la información. Casi ni se habla de este deporte como tal y contrariamente toman protagonismo los detalles, esas partes del todo que se convierten en intérpretes principales en las transmisiones televisivas, radiales y hasta en los textos gráficos. De esta forma se relega a un segundo plano lo verdaderamente importante.

Antes que nada corresponde indagar en las causas de este fenómeno. Muchos periodistas se amparan en la idea “protectora” oculta detrás de la necesidad de entretener, hacer del fútbol puramente un espectáculo; una percepción absurda y fácilmente refutable con montones de ejemplos de productos de calidad exitosos en términos de seguimiento. La búsqueda constante del rating, por ejemplo, se ve directamente erosionada por el factor económico y atenta contra la calidad informativa.

Más allá de cualquier decisión o bajada de línea de productoras y demás, resulta igualmente alarmante la escasa cantidad de partícipes capacitados o con los saberes necesarios en el plano futbolístico. Esto no sólo queda en manifiesto en los contenidos periodísticos, sino también en la práctica profesional: preguntas escuetas hacia los protagonistas y carencia de repreguntas, verborragia injustificada, opiniones sin fundamentos y una peculiar (in)capacidad de no escuchar al otro. En tanto, se recurre habitualmente a las frases hechas y sitios comunes, no sólo en los periodistas sino también en los jugadores, entrenadores y dirigentes. “Ganar como sea”, una de las falacias más grandes de los últimos tiempos, expresión vacía si las hay. Sería interesante que se busque transmitir de una manera más entendible dicha afirmación, como puede ser la intención de esperar y salir de contra, de cortar el juego con faltas o de meter al área todas las pelotas paradas. De todas formas si así fuera las posibilidades de lograr un triunfo siempre serán menores que aquellas relacionadas a una intención de jugar bien al fútbol. Y bien no quiere decir ni lindo ni vistoso. Más allá de gustos no se puede llegar demasiado lejos sin un mensaje y un estilo, y esto es tarea de los entrenadores.

Priorizar únicamente los resultados sin siquiera hacer un análisis previo con seriedad del porqué de los mismos, hacer foco desmedido en las relaciones entre los jugadores y sus declaraciones o en los arbitrajes y menospreciar a un jugador por no cantar el himno antes de los partidos (después no importa si adentro de la cancha es el más patriota de todos) sólo hacen que la imagen transmitida por gran parte de los medios de comunicación a los públicos sea sesgada y mal orientada. No importa el juego, pero sí el conflicto.

En definitiva, el fútbol y el periodismo están plagados de contrastes. Pese a que la espectacularización y banalización sean fenómenos latentes, están aquellos que disfrutan del juego en su más pura esencia e intentan explicarlo y transmitirlo de manera honrada. Son algunas gotas de esperanza en un océano infinito de dramatismo y desinformación. Pero como sostiene David Mitchell en su excepcional novela Cloud Atlas, qué es un océano sino una multitud de gotas.

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