El conjunto de Carlos Bianchi volvió a perder, esta vez ante All Boys, y su rendimiento es preocupante. Las esperanzas de mejora se ven depositadas en el regreso a las canchas de Juan Román, quien emprende la puesta a punto.
El fútbol en Boca no aparece, y los resultados tampoco. En su visita a
Floresta, por la tercera fecha del Torneo Final, se vio superado por un rival
que le ganó con autoridad por 2 a 0. El Virrey no encuentra el equipo, los
jugadores no responden y hay un déficit muy grande respecto a la generación de
juego. Siendo este el principal problema la solución más inmediata recae en el
retorno de Riquelme, quien cuenta con los atributos necesarios como para ser el
conductor y darle un orden e ideología a Boca.
Desde su llegada al club Bianchi probó muchas variantes sin obtener
grandes frutos. Si bien se llevó un triunfo, en el debut del campeonato
argentino tuvo una pálida actuación y con demasiadas falencias defensivas ante
Quilmes. Luego empataría con Tigre de visitante y caería en La Bombonera ante
el Toluca mexicano por la Copa Libertadores.
Leandro Paredes pasó de ser titular a no ir ni al banco y Santiago Silva
no fue siquiera convocado para el duelo ante el Barcelona de Ecuador del
próximo miércoles. Ambas son muestras claras de que al entrenador no le tiembla
la mano al momento de tomar decisiones ante la disconformidad con actuaciones
puntuales de sus futbolistas.
Pero lo cierto es que el problema no se centra solamente en las
individualidades, sino que pasa por el rendimiento colectivo. En Boca escasean
las ideas y la generación de juego, asociación entre sus jugadores, es un
equipo que tiene actitud pero al que le falta solidaridad entre sus pares. Por
ejemplo, Juan Manuel Martínez, su mejor jugador en cancha, no se encuentra con
sus compañeros y por ende abusa del recurso individual. Hay jugadores de
jerarquía, pero están atravesando por un mal momento.
El gran desafío de Bianchi será poder transmitirle a este equipo una identidad
e inteligencia para saber manejar los partidos, como en las viejas épocas
gloriosas del club. También lograr una estructura defensiva sólida, una buena
base. Hasta ahora a Boca le generan muchas situaciones de gol, se muestra muy
endeble atrás y sus jugadores llegan a destiempo a las jugadas con frecuencia,
además de excederse por momentos del juego brusco. De hecho los rendimientos
más altos en los últimos encuentros fueron propiedad de sus arqueros Agustín
Orión y Oscar Ustari, lo que deja en manifiesto los serios problemas
defensivos.
El Virrey se mostró autocritico como pocas veces y es consciente de los
inconvenientes futbolísticos de su equipo: "Siempre que uno pierde se va
preocupado. Sabemos las fallas que tenemos y vamos a seguir trabajando para
corregirlas. ¿Dónde están las fallas? No, eso lo sé pero se lo voy a decir
después a los jugadores". “Fue un retroceso con respecto al partido con
Tigre, pero All Boys es un equipo que también se hace fuerte en su casa. El
partido por momentos lo manejamos nosotros, en otros, ellos. Pero por el
segundo tiempo son justos ganadores, jugaron mejor que nosotros", sostuvo finalizado
el encuentro. Las responsabilidades son compartidas. Sería un error poner al
Virrey en un pedestal y a los futbolistas en el pabellón de los culpables.
Tanto el irregular desempeño de los jugadores como el planteo táctico y
decisiones del entrenador conforman la realidad xeneize.
Es difícil asumirlo por la histeria y urgencias con las que se vive el
fútbol argentino, pero el torneo recién comienza y Bianchi necesita tiempo para
conseguir el rendimiento deseado. El mismo se verá condicionado de manera
integral por el nivel que muestre Riquelme cuando se incorpore al esquema
titular, un hombre que entiende el fútbol como pocos y le puede cambiar la cara
a este Boca que no aparece.