La espera fue dura, pero finalmente llegó el partido donde el San Lorenzo de Ramón Díaz podía ser campeón . La fiesta estaba preparada, y los nervios y el clima de final se vislumbraban en el aire del Nuevo Gasómetro.
Daba la sensación que los jugadores “Cuervos” arribaban al estadio relajados y confiados. “Ah, ¿ganó Boca? No sabía”, decía el arquero Orión cuando llegaba al lugar de los hechos escuchando música.
La expectativa era inmensa y los bares, sobretodo los de Boedo, estaban colmados y pintados de azulgrana. Esos muchos que no tuvieron el privilegio de poder ver a su club personalmente, arengaban y cantaban eufóricos como si estuvieran en la misma cancha.
Algunos desafortunados buscaban desesperados una mesa desocupada, mientras que otros, ya resignados, observaban ansiosos los televisores desde las ventanas, siempre y cuando las mismas no estuviesen empañadas por la euforia que se vivía dentro.
El estadio era una hoguera, y en el recibimiento explotó el Nuevo Gasómetro, que estaba colmado por más de 40 mil personas. Se olía a campeón, y San Lorenzo ilusionó aún más a su gente de entrada. Fue un verdadero “Ciclón”, y a los 17 minutos ya ganaba por 2 a 0.
“Que de la mano, de Ramón Díaz, toda la vuelta vamos a dar” gritaba la gente que creía tener el título en el bolsillo. Pero de golpe, una ráfaga de Arsenal emparejó el partido y puso las cosas 2 a 2. Ahora, el estadio estaba en silencio, y el encuentro se iba a ir al descanso dejando una extraña sensación. Nervios, preocupación y expectativa eran los sentimientos protagonistas de cara al complemento.
En el segundo tiempo llegaría el desahogo. Otra vez una ráfaga de dos goles de entrada puso 4 a 2 arriba al local. Ahora tenían la gloria en sus manos, y esta vez no estaba en los planes del “Cuervo” tropezar nuevamente con la misma piedra.
A esta altura la gente ya invadía las calles en Boedo, anticipando el tan añorado título. Pero todavía había que esperar, faltaba poco, y los hinchas azulgranas descargaban su ansiedad alentando con esa pasión que sólo el fútbol genera.
A los 30 minutos las bengalas comenzaron a vislumbrarse en el despejado cielo “Santo”, y los festejos ya eran un hecho.
Hasta que por fin el momento llegó. Favale pitó el final y todo ese nudo de nervios mezclados con alegría se desató. La felicidad era absoluta, y San Lorenzo conseguía así su décimo título en el fútbol argentino, y bien merecido que lo tiene después de 6 años de sequías.
Aquella vez fue el chileno Manuel Pellegrini quien comandó el barco de ese “Ciclón” que arrasó con todo. Ahora un ganador nato como Ramón Díaz fue el encargado y principal responsable de llevar a su equipo a lo más alto.
Daba la sensación que los jugadores “Cuervos” arribaban al estadio relajados y confiados. “Ah, ¿ganó Boca? No sabía”, decía el arquero Orión cuando llegaba al lugar de los hechos escuchando música.

Algunos desafortunados buscaban desesperados una mesa desocupada, mientras que otros, ya resignados, observaban ansiosos los televisores desde las ventanas, siempre y cuando las mismas no estuviesen empañadas por la euforia que se vivía dentro.
El estadio era una hoguera, y en el recibimiento explotó el Nuevo Gasómetro, que estaba colmado por más de 40 mil personas. Se olía a campeón, y San Lorenzo ilusionó aún más a su gente de entrada. Fue un verdadero “Ciclón”, y a los 17 minutos ya ganaba por 2 a 0.
“Que de la mano, de Ramón Díaz, toda la vuelta vamos a dar” gritaba la gente que creía tener el título en el bolsillo. Pero de golpe, una ráfaga de Arsenal emparejó el partido y puso las cosas 2 a 2. Ahora, el estadio estaba en silencio, y el encuentro se iba a ir al descanso dejando una extraña sensación. Nervios, preocupación y expectativa eran los sentimientos protagonistas de cara al complemento.
En el segundo tiempo llegaría el desahogo. Otra vez una ráfaga de dos goles de entrada puso 4 a 2 arriba al local. Ahora tenían la gloria en sus manos, y esta vez no estaba en los planes del “Cuervo” tropezar nuevamente con la misma piedra.
A esta altura la gente ya invadía las calles en Boedo, anticipando el tan añorado título. Pero todavía había que esperar, faltaba poco, y los hinchas azulgranas descargaban su ansiedad alentando con esa pasión que sólo el fútbol genera.
A los 30 minutos las bengalas comenzaron a vislumbrarse en el despejado cielo “Santo”, y los festejos ya eran un hecho.
Hasta que por fin el momento llegó. Favale pitó el final y todo ese nudo de nervios mezclados con alegría se desató. La felicidad era absoluta, y San Lorenzo conseguía así su décimo título en el fútbol argentino, y bien merecido que lo tiene después de 6 años de sequías.
Aquella vez fue el chileno Manuel Pellegrini quien comandó el barco de ese “Ciclón” que arrasó con todo. Ahora un ganador nato como Ramón Díaz fue el encargado y principal responsable de llevar a su equipo a lo más alto.
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