sábado, 20 de octubre de 2007

El fútbol, la medicina para el ídolo que volvió y fue figura

Persevera y triunfaras dice el dicho. Y eso fue lo que hizo Ariel Ortega, que de a poco logra obtener los frutos de su esfuerzo. En el clásico fue la gran figura, comandando a River a una victoria indiscutida.

Pocos imaginaban tal recuperación. Muchos daban como terminada su carrera futbolística. Pero la medicina de Ortega estaba al alcance de la mano, y era el fútbol. Es lo que necesitaba para recuperar la alegría y volver a ser el de siempre; ese chango encarador, desequilibrante, picaro, inteligente.

Y ante Boca no podía faltar. Sus clásicos enganches y pinceladas de talento hicieron delirar a un Monumental repleto, donde Ariel se hizo cargo y puso a River en sus hombros. Fue el mejor de la cancha, hizo jugar al equipo y marcó un gol.

Es que parece un pibe. El jujeño resurgió cuando algunos lo daban por muerto y, pese a su constante lucha con el alcohol, está de vuelta ese Ortega, el del fútbol más lindo. Fue la llave del éxito, aportó belleza, organización y le dio a su gente ese desahogo que tanto le hacía falta.

El último partido oficial del "Burrito" contra Boca había sido allá por el Clausura 2002, donde los dirigidos en ese entonces por Ramón Díaz ganaron 3 a 0 en la Bombonera, con la recordada "vaselina" de Ricardo Rojas. Esta vez la vuelta también sería con festejo y baile incluido.

"Estaba esperando hace mucho jugar un clásico", manifestó el delantero tras el partido, a tiempo que valoró lo hecho por su equipo: "Jugar y ganar estos encuentros es muy lindo, creo que Boca no pateó al
arco y eso es mérito nuestro".

El resultado final fue un 2 a 0 que pudo ser mucho mayor, con un River que ratificó su fortaleza de local, además de dejar en evidencia la jerarquía de un plantel que está para pelear más arriba.

Su panorama era complicado, pero salió, y de ahora en más todo lo que venga seguramente será para sumar. Esperemos que Ariel Ortegapueda seguir deleitando a todos los amantes del buen fútbol, porque queda claro que todavía tiene con qué, y Boca lo sufrió en carne propia.

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